
Fue aproximadamente en 1980 que en México se empezaron a producir campañas publicitarias en televisión dirigidas a la infancia. Muchas de ellas iniciaron como inofensivas sugerencias que las empresas jugueteras hacían a las y los pequeños de que pedir como regalo de Navidad o del Día de Reyes, logrando que los juguetes Fisher-Price, las muñecas Lily-Ledy , los juegos Mi alegría, o los triciclos Apache fueran los juguetes más deseados de las niñas y los niños de esa época, mismos que conocían por ver televisión vespertina en el único canal que entonces había para ellos.
30 años después, esas y otras compañías han aprendido que las y los niños tienen el poder de elegir y han desarrollado técnicas tan innovadoras como efectivas a fin de influir en las mentes infantiles y lograr en ellas el deseo imperioso de tener tal o cual objeto o servicio, y lo que es peor , de comer tal o cual producto sólo por haberlo visto anunciado en la televisión o en algún anuncio espectacular de los que tantos hay en las calles.
La efectividad de este ataque publicitario es en gran parte causa del deterioro de los hábitos alimentarios de las niñas y los niños en el mundo, y del cuarto lugar que nuestro país ocupa en número de niños con obesidad según la OCDE.
Pese a que en mayo de 2010 a nivel internacional la ONU haya advertido de las estrategias desleales usadas en la publicidad de la industria de los alimentos y haya pedido reducir el impacto de la comercialización de alimentos poco saludables y las bebidas azucaradas no alcohólicas para niños, las empresas dedicadas a esta actividad, siguen recurriendo a la publicidad engañosa que logra enganchar a los menores y hacerlos consumidores cautivos de cereales azucarados, galletas, pastelitos, frituras, refrescos y una infinidad de comestibles endulzados y coloreados nocivos para su salud.
A nivel nacional existe normatividad al respecto pues la Ley General de Salud en Materia de Publicidad, la Ley Federal de Protección al Consumidor, y la Ley Federal de Radio y Televisión, defienden el derecho de los mexicanos a no ser engañados por la publicidad, pero poco se hace por proteger las mentes ingenuas de los pequeños.
Asimismo, existe el Código de Autorregulación de Publicidad de Alimentos y Bebidas no Alcohólicas (Código PABI) que las empresas del ramo han suscrito -"suscribido" diría Peña Nieto- desde enero del 2009, en el que se reformulan las prácticas publicitarias dirigidas a menores de 12 años, pero que no recogen las recomendaciones internacionales ni protegen al público infantil de los impactos publicitarios.
Políticas tan simples como la prohibición de este tipo de publicidad en horarios aptos para los niños, lograrían una mejor regulación , desafortunadamente, este tema como muchos otros que en verdad inciden en la vida de las familias mexicanas no ha sido aun impulsado en el Congreso de la Unión.
Aprovecharse de la credulidad e inexperiencia propia de la niñez es a todas luces un abuso que como sociedad no nos debemos permitir, esta tarea nos debe ocupar a todos.
Dip. Ana María Jiménez Ortiz; Presidenta de la Comisión Especial de la Familia LVIII Legislatura
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