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lunes, 18 de febrero de 2013

TRABAJO, FAMILIA Y FIESTA, EL LEGADO DE BENEDICTO XVI

“El trabajo y la fiesta están íntimamente relacionados con la vida de las familias: condicionan sus elecciones, influyen en las relaciones entre los cónyuges y entre padres e hijos, inciden en la relación de la familia con la sociedad y con la Iglesia” BENEDICTO XVI

Ahora que está de moda hablar y escribir de Benedicto XVI, vale la pena recordar una gran aportación que este Papa ha hecho a la forma de entender el binomio trabajo-familia.

Benedicto XVI, dando continuidad al trabajo iniciado por Juan Pablo II en 1992, congregó a miles de católicos en Junio del 2012 en Milán durante el Séptimo Encuentro Mundial de las Familias. La novedad de dicho evento consistió en el reconocimiento explícito que Benedicto XVI hiciera ya desde su encíclica La Caridad en la Verdad en el numeral 65, de que el modelo familiar actual de dos salarios (two career model) se vuelve norma social y económica y que por lo tanto es muy necesario establecer condiciones laborales que permitan a las familias y en especial a las mujeres compaginar los diferentes roles que la modernidad les otorga. Establecer medidas laborales que faciliten a las familias realizar sus actividades económicas, culturales, de recreación, y de convivencia social sin sacrificar su tiempo juntos, es para Benedicto XVI un deber de los católicos del siglo 21.

El Encuentro llamado Familia, Trabajo y Fiesta, contó con la presencia de especialistas de múltiples disciplinas, como el economista Luigino Bruni quien abordó el tema del trabajo doméstico clarificando que gratuidad no es precio cero, sino valor infinito que no se puede pagar, por lo que el trabajo realizado por las mujeres amas de casa en labores domésticas debe ser reconocido en familia y socialmente. Las reflexiones de Milán 2012 enfatizan tres temas: la prioridad que todos los actores sociales deben dar a las familias, la peligrosidad de la cultura postmoderna que menosprecia y relativiza la importancia de la familia, y el riesgo que implica el trabajo de ambos padres que al salir del hogar restan presencia afectiva y efectiva a sus hijos.

De este último concepto, las dificultades de las madres y los  padres de familia que se ven obligados a dejar a sus hijos solos a causa del trabajo, Benedicto XVI abundó en la necesidad de adoptar en todas las naciones, medidas institucionales que permitan a todas las personas desarrollar sus propios talentos sin dificultar su vida en familia y gozar de condiciones de vida digna pues trabajo y descanso son esferas en las que la familia se encuentra para vivir y para humanizar el tiempo. Familia, trabajo y fiesta, significan para Benedicto XVI realidades humanas que todos debemos atender, pues no solo se muere por falta de pan (trabajo) sino también por falta de vino (fiesta y descanso), y en tiempos de crisis como los que vivimos mundialmente, la fiesta es importante pues ella permite el encuentro personal y humanamente enriquecedor.

El reiterado llamado de Benedicto XVI a que la familia sea redescubierta como patrimonio principal de la humanidad, coincide con la visión de muchos otros profesionales, por eso aunque haya quienes cataloguen de poco práctico y muy teológico el trabajo de Joseph Ratzinger, habrá que considerar que su legado en este tema es muy claro: que los compromisos laborales no resten a las personas tiempo de convivencia familiar.

Dip. Ana María Jiménez Ortiz; Presidenta de la Comisión Especial de la Familia LVIII Legislatura

@AnaMaJimenezPAN        

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