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lunes, 19 de agosto de 2013

A propósito del regreso a clases

"Educar es un intento de armonizar al ser humano, en dirección al espíritu. La educación tiene por finalidad última conducir al ser humano hacia lo que su mejor inclinación le dicta" RAFAEL ALVIRA

Hoy que estamos a sólo un día del regreso a clases de miles de estudiantes, es un buen momento para recordar que en el proceso educativo las escuelas son un gran apoyo, pero la familia es determinante. Muchas veces se cree que llevar a las y los hijos a una buena escuela y darles todo lo que piden, es suficiente para hacer de ellos grandes personas, olvidamos que el trabajo de conducirlos requiere de conocer sus mejores inclinaciones y aprovecharlas en su favor, de fortalecer su voluntad a partir de pequeñas cosas y sobre todo de vivir con la actitud propia de un educador y no sólo de un proveedor.

Para poder educar la voluntad, todo educador (léase papá, mamá y familia en general) debe procurar cinco actitudes:

1. El seguimiento personal del padre. Aún cuando tradicionalmente es la madre quién da seguimiento a la educación de las y los hijos, el interés paterno es muy eficaz, pues las y los hijos valoran el tiempo que su padre les dedica a sabiendas de que el trabajo le requiere mucho. El acompañamiento paterno en las actividades de las y los hijos más que una supervisión, requiere un verdadero involucramiento. Dialogar con ellos respecto a sus intereses, sus logros y sus miedos los ayuda a esmerarse y a mejorar su desempeño con la seguridad de que no están solos.

2. Ser un modelo constante. Que las y los hijos aprendan de los padres las virtudes que tanto les inculcan, pues incluso en las situaciones más insignificantes los padres tienen oportunidad de formarlos: en el trato a las personas con las que se relacionan, en el cuidado del medio ambiente reflejado en sus hábitos de consumo, en el orden de la casa, en el involucramiento con causas de mejoramiento comunitario. Toda circunstancia de la vida doméstica guarda en sí, una posibilidad de educar a las y los hijos pues no hay mejor método de educación que el ejemplo.

3. Valorar la amistad y la atención personal. Las y los niños deben aprender desde sus primeros años el significado de la amistad y la importancia de la confianza mutua en las relaciones amistosas, para lograrlo es necesario enseñarles a ser buenos amigos y a acoger con cariño a las personas. La nobleza propia de la infancia, es propicia para sembrar en ellos sentimientos de solidaridad, empatía y apoyo por los demás. Esto es también un gran antídoto contra el acoso escolar.

4. Comprender sus intereses. Las y los niños tienen intereses de niños, y de eso deben ser muy respetuosos los adultos que suelen menospreciar sus ilusiones o ignorar sus deseos. Todo educador debe estar atento a captar, comprender y escuchar los intereses infantiles. Muchas veces sólo se necesita un poco de paciencia y empatía para lograr conocer su anhelos.

5. Cuidar los pequeños detalles. La mejor manera para que las y los niños aprendan el sentido de la dignidad humana es cuidando de las cosas pequeñas que suceden a lo largo del día. Hábitos como la limpieza, el orden, el optimismo son aprendidos a partir de lo que observan las y los niños en la cotidianidad del hogar sin que los padres se percaten de ello. No hay mejor argumento contra la pereza que el ejemplo de unos padres trabajadores y empeñosos que hacen partícipes a las y los hijos de las labores en casa.

Mañana inicia un nuevo ciclo escolar, y esta es una excelente oportunidad para ser buenos educadores de nuestros hijos.

Dip. Ana María Jiménez Ortiz, presidenta de la Comisión Especial de la Familia LVIII Legislatura

@AnaMaJimenezPAN

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